Libro Ser dios  

O de cómo, queriendo ser dios, la Inocente Gaviolita se convirtió en diosEsa por no saber enfrentarse a sus rivales

Otro Incidente

 
 
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IMBECILLITAS SEXI, II

(Las cuentas claras)

Incidente Quinto

 

       En esto de ser dios (ó dios-Esa) el  tiempo es lo que sobra, que para algo se dice que es eterno. Así que, para matarlo, -dicho sea en desatinada metáfora- me he puesto a repasar los viejos legajos que se acumulan en una espaciosa Sala que he descubierto en este Cielo que okupo. Lo primero que me llamó a mí la atención fue el insignificante cartel que cuelga a la entrada de lugar tan espacioso, no tanto por la ridiculez de sus dimensiones como por el enunciado:

“DEPARTAMENTO DE ESTULTICIAS
Y
VERGÜENZAS HUMANAS”

       Allí, en una subcarpeta clasificada de ALTO SECRETO,  me he topado con semejante perla histórica que, desde mi condición de diosEsa, me tiene en un ¡ay! de desconcertados recuerdos:

       Se dice como preámbulo que, en el lenguaje jurídico romano, -eso no debiera haberlo olvidado una, como Leguleya que es en su pluriempleo- se hacía referencia a “IMBECILLITAS SEXI” para mencionar el Sexo Débil o, por llamarlo por su nombre, a la mujer.

       Y sigue:

        Teniendo en cuenta las deformaciones lingüísticas, hasta llegar a las acepciones que el Diccionario  Spes Latino-Español  guarda para  “imbecillitas-is”, (“debilidad del cuerpo o de algo material”, “insuficiencia”, “pusilanimidad”  “cobardía”, etc.), [Cfr. 1958], no es extraño que, pasado el tiempo, el egregio “Doctor Angélico”, por más señas Tomás de Aquino, (a quien, dicho sea de paso, no se le ve el pelo desde mi llegada al “cargo”),  redividiera el término, allá por su siglo XIII, para referirse, -que a mí se me hace que era algo misógino-, a la mujer, origen, al parecer según él, de todos los males, más por lerda que por mala, mismamente. Sobre todo, teniendo en cuenta que, para “ponerlo”, como se dice ahora por allá abajo, se habla de que le enviaron en cierta ocasión a una puta -versada en lo más suyo, tal que el sexo-, de cuyo fracasado lance desconocemos las razones que le impidieran al Angélico “cepillársela”, y sin que nos sea dado, -¡Dios nos valga aunque esté excedente!- el poner en duda que fuera cosa de virtud personal, más o menos secundada por el Altísimo, o simple “gatillazo” desasistido de todo auxilio divino. –Me anoto hablar del tema  con Él, y con él si es que lo encuentro, y me hace el honor de glosar conmigo el peripecia, siquiera sea por cuestiones de documentación.

       He venido en recordar que nuestro Italiano Filósofo andaba en sostener que la mujer era una especie de “hombre incompleto” o, usando su propia definición, -que, dicho sea de paso, en el legajo original está tachada a mano por mi Antecesor-, “…la mujer es un ser endeble y defectuoso”.

       Lo cual que, si yo hubiera sido Dios en lugar de diosEsa, me hubiera resentido de que se pusiera en duda el terminado de una obra mía, aunque fuera mujer y, en lugar de tachar cuartillas, le hubiera arrimado al Sabiondo un buen panal de avispas en sus partes, para aliviarle el “arreuma” de la sesera.

       A lo que iba. Recordando, recordando, he caído yo en que, quien esto escribe, aún padeció (¿gozó?) en sus carnes de MujerLeguleya la interdicción jurídica del Español Derecho Común, -que en una servidora fue propio-, viéndose impedida para viajar, heredar, abrir cuenta corriente, otorgar testamento, etc., si semejante demostración de talento no iba secundada, refrendada y consentida por mano varonil que autorizara y compensara la estulticia que se le suponía a mi degenerado sexo, genérico e incompleto.

       Sí, queridas y queridos hijos míos ¿as?, Sí: aún alcanzóme el término, como lenguaje hablado y escrito en nuestros Tribunales y, alguna vez, hasta lo vi navegándole los ojos a los sesudos JuecesMacho que, por aquellos tiempos, se les notaba por encima del pelo el esfuerzo que tenían que hacer para escuchar mis alegatos, con cara de Diccionario de una sola acepción:

¡ IMBECILLITAS SEXI !

       Lo cual que esta Servidora, hoy malamente servida por ángeles rebeldes y santos ascéticos, crédula donde las hubiera por entonces, como buen exponente de su obtuso género, iba y se decía: Semejante lumbrera como un Doctor Angelicus tiene que estar encendida por la “Inspiración Divina ”. Y tales reflexiones apagaban la impertinente luz de mis talentos y mis ansias de ser alguien leído y escribido. (Notarán que el a-genérico “alguien” no tiene género femenino para calificaciones como suele pasar).

        Con el tiempo, fui TOMAndo confianza, (¡Dios Santo: “TOMAndo” tiene raíz cercana a lo de “TOMAs”), haciéndose cada vez menos imbecilitas  y más sexi,  hasta llegar a un verdadero laberintus fidelis anticlerical, -con lo que se me pasó la oportunidad de mover montañas a mi antojo por una tan predecible como inoportuna falta de fe no se sabe bien en qué o en quién. (Pero de eso hablaremos otro día).

       Así que, -volviendo a lo que estábamos-, y como, desde mis indagaciones feministas en esta especialísima Sala Celeste, me andaba barruntando que el DiosDios, (no los aficionados como yo),  tendría algo que decir en semejante desbarajuste, me propuse interpelarle al efecto y estoy, desde esta mañana, en pedirle cuentas de cosillas tales como la “Violencia de Género” tan tardía como malamente manoseada, después de habernos endilgado durante siglos la dubitatio et incertus ingenium.

       Pero, no lo podrán creer: El TitularCesante no aparece por ningún rincón, lo que me hace pensar que sabe “escurrir el Divino Bulto” cuando de responder de su obra se trata.

        Por ver si está en todas partes –como decía la propaganda antes de mi relevo-, me he bajado a la Tierra, por si andaba enredando con lo de ponerles Sodomas y Gomorras a las indefiniciones sexuales matrimoniadas, en separar las aguas del Mediterráneo al éxodo de los salta-vallas Magrebíes, o en cualquiera de esas zarandajas que traen a mal traer a los sexudos políticos del Mundo.  Pero, ¡nada de nada! Tampoco parece que esté por la labor de echarme una mano en tareas divinas de urgencias inginales. 

        Cuando ya estaba al borde de la desesperación, un tal Tomas Moro (y va de “Tomases” y de “Morerías”), me ha pasado cierta información sobre un Cielo particular que se reservó el Dimitido cuando lo del cambio de gobierno “dioseril”, y donde parece que se retira cada vez que entra en meditar sobre el desacierto de haber incluido hombres en el Arca del Diluvio. Así que, para que luego no me acuse de deslealtad, le he mandado emisarios a su Cielo sin resultado alguno. Está visto que los Cesantes siempre encuentran paraísos ocultos, donde poder sestear errores sin ser vistos.

       Yo, por mi parte, me he tomado el puente de Todos los Santos, y he regresado al lugar de donde nunca debí salir, mal guiada por mis afanes de grandeza.

De vuelta a la Tierra, siento que echo de menos determinadas alegrías de la carne, sin encontrar amparo ni en la autogestión. 

        Después de tres días de ausencia, he resucitado remordimientos, y he regresado al CieloCielo; pero el SanPedro debe haberse tomado también el mismo puente, porque no hay dios ni santo que me abra el portillo.

Aunque una no se rinde. Y, por si, -un decir-, sigue vigente lo de “pedid y se os dará”, ando pidiéndole a voces al Oculto, desde este lado de la puerta de entrada, que me de una explicación panorámica de lo que una tiene visto y oído hasta ahora.

          ¿Creen que ha tenido la deferencia de contestarme?

          ¡Ni pío!

       Así que, como diría el pobre DonTenorio, (mismamente el de “Zorrilla”, que ya es mala sombra semejante apellido para quien predestinado estaba a escribir tales picardías):

 

“…llamé al Cielo y no me oyó.

Pues que sus puertas me cierra

de mis pasos en la Tierra

responda el Cielo; no yo.

 

               Que nadie se extrañe de lo que pueda pasar de ahora en adelante, con una diosEsa, con sus desatinos relegados a la altura de las ingles, y con alma que, de puro estúltica, se me está desmandando al hilo de las putadas que me contaron para que me metiera a casta.  

 

Gaviola en Marineda. En un 12.10.2005

 

 

 
 

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