Libro Ser dios  

SEMANA SANTA

(O de la tentación de humanizarme aunque pierda privilegios)

 

 

 
 
Mejor será regresar a la Portada del Libro

  Me visitaron
   

¿O quieres pedirme una gracia?
[email protected]

 
 

2008/18-3

 


Creedme: para poder entender cada episodio, es necesario haber leído el  Primero

http://www.magina-magica.es/Libro-Ser%20Dios%20Incidente%201.htm
 

SEMANA SANTA

(O de la tentación de humanizarme aunque pierda privilegios)

 

         Estamos metidos como quien dice en plena Semana Santa, y si,  generalmente, estas alturas divinas en las que me encuentro son un sinvivir, ahora no hay quien viva; porque no es lo mismo celebrar el cumpleaños o el santo de cualquier santo de los muchos que por aquí tenemos que tener que meterse en la trabajera de prepararle los eventos de pasión, muerte y resurrección al Hijo del JefeExcedente para que todo quede como debe quedar, y sacarle brillo a los arreos del personal de la farándula.

No irán a creerse que, porque esto sea el cielo, aquí todo es paz y armonía. ¡No señor! Como suele suceder en cualquier paraíso, aunque cada uno tenga su tarea encomendada nadie parece conforme con ella; lo que pasa es que Quien se las encomendó parece que lo hiciera a boleo y sin estar en lo que debía de estar. Por ponerles un ejemplo, les contaré que, en cuestiones de meteorología, el departamento de tormentas está revolucionado como siempre que se acercan estas fechas. Por un lado, los encargados de los truenos y de los relámpagos, que no pierden comba y se pasan la vida vigilando fiestas-de-guardar para aguarlas a conciencia, están tensando las cajas de los tambores y sacándole brillo a los rayos como si en ello les fuera el empleo; y por otra, la SantaBárbara, -ya saben: a la que se le reza cuando la tormentera se pone brava-, dice que a ella no le montan un follón de ventisquerías en plena SemanaSanta se pongan como se pongan, o le mete un cortocircuito a las máquinas de hacer truenos y pone en ridículo al personal haciendo que suenen como pedorretas.

Y una, en mitad de la tormenta de malquerencias santificantes, teniendo que templar gaitas en tiempos de tambores.

Como comprenderán, una diosEsa de orígenes Andaluces no puede estar resolviendo conflictos de competencias celestiales cuando lo que le pide el cuerpo son mundanales jolgorios de saetas, gentíos y embelesamientos; porque estos eventos procesionales de cada primavera siempre fueron para una servidora algo mítico; y con esta bulla que me tienen armada,  y que me priva de estar donde debiera ya estar, me está poniendo de los nervios de tal manera que a punto estoy de pedir la excedencia y humanizarme.

         ¡Pero quién me mandaría a mí meterme a diosEsa!

          Lo que me pasa, me pasa por andar tirándome el farol de que una servidora estaba dispuesta a solucionarle la vida al personal, repartiendo a puñados los “aquí-estoy-yo”, y aguantándose las ganas de hacerme un rebujo, arrefugiarme alguna vez las hechuras entre unos brazos recios y bien armados, y olvidarme de ser tan divina; porque esto tiene sus privilegios, sus elogios, sus aplausos…; pero, a la hora de la verdad, una está más sola que la una.

         ¡Vaya! Que cuando tomas carrerilla en eso de interesarte por tus fieles, acabas como una madre: sin pan en la talega y con todos los chiquillos tirándole del mandilón gritando “tengo hambre”. Lo que yo les diga que esto es peor que ser una madre. Por no hablar de madrastras que -¡lagarto, lagarto!- lo he sido de siete, que ya es echarle valor. O mala cabeza.

         Definitivamente, el cielo está otra vez removido: Que si nos faltan las túnicas…, que a quién le toca este año hacer de romanos…, que yo no hago de judío así me piquen…, que a mí ni mentarme para Valladolid, que allí son más desabori’os y más lóbregos que una noche de insomnios…, que si por Andalucía –ahí tengo que reconocer me tocan el orgullillo- se están tomando la cosa a cachondeo como hacen siempre esos senequistas de las puñetas cada vez que tienen que habérselas con la divinidad de la muerte…, que en la “Procesión de las Turbas” de Cuenca hay demasiado desmadre con el resoli y otros bebedizos que le arrodean los humores a los tristes… ¡Que ya está bien de darle a la botella…! -Esto último lo anda rezongando mi exaltado SantoTomás-de-Aquino, sin querer recordar que El Chaval, en cuantico le pusieron delante una damajuana de agua llena de gusarapos, se metió en el lío del primer milagro y la convirtió en vino, de seguro pensando que a Él no le entraba en el cuerpo un tabardillo[1].

         Y, a todo esto, El Chaval poniendo dificultades y reparos, como siempre que llega esta época, porque –yo lo entiendo- dice el angelico que se le revuelve el cuerpo cuando le pasan otra vez la película de aquello. Y una, que en el fondo es una madre aunque nunca haya parido, no va a dejarlo sólo en semejante trance; aunque, puestos a lo puesto, tengo que decir que las divinidades humanas acaban por enredar los parentescos divinos; de forma que, desde que soy diosEsa, ya no tengo muy claro si, con este natural mío de acunarle las penas a los demás, soy madre postiza del Chaval, o hermana de Él puesto que el Jefe en excedencia es Padre común. O si, simplemente, en esta familia, estoy de prestado.

Pero, mira que es difícil lo de las parentelas…

¡En fin!, sea como sea, soy una madre, aunque sea de postizo. Y yo, aunque me desfarate las hechuras, no dejo tirado al Jesucristo por esos andurriales de saetas y madruga’s en mitad de tantísimo gentío puesto en lloros. Y, además, para los tales eventos, me voy a hermosear en condiciones.

         Como una siempre ha sido muy bien enseñada en protocolo y maneras, y en la forma de engalanarse en cada sitio o suceso, ya he puesto a orear el vestido de terciopelo negro de falda-tubo y descote[2] cuadrado, las medias de cristal con costura trasera y la mantilla de blonda. Y, en teniendo tan mala cabeza, para prevenir olvidos, he juntado encima del tocador el rosario de cuentas de nácar y plata afilagranada, el devocionario de oficios, los guantes de medio brazo, la teja alta de carey y el broche de sujetar la mantilla. Lo que no tengo muy claro es si me voy a poner otro broche de brillantes en la pechera o me pondré el hilo de perlas al cuello. Y no es que una no sepa que dos broches juntos, aunque uno vaya en la trasera de la cabeza y otro en la peto, son una farfolla de mal gusto. Pero los collares de perlas siempre me han dado desazón por aquello que dicen de que parecen cuajarones de lágrimas de lujo. Pudiera no ponerme nada, pero tampoco le pinta a una ir con el pescuezo desnudo y el canalillo del tetamen en ristre, sin nada que distraiga a las miradas malignas con otros centelleos. Claro que unos buenos zarcillos pueden desviar las malas intenciones de esos vergeles a donde no debieran dirigirse los ojos en tiempo de penitencia.

         Con lo que no contaba yo es con este desparrame de recortes de humanidad que aún conservo a la altura del caderamen y de las túrdigas[3]. No se lo creerán, pero, cuando he ido a embutirme en el vestido para probármelo, como las normas de buen ver mandan que ha de ser estrechico y ajustado, he tenido que estirajarlo una miajilla, hasta que, de repente, se han empezado a desbaratar las costuras como si en lugar de estar echadas a máquina fueran sólo una bastilla mal hilvanada. En un momento se me han venido a la cabeza toda la prosapia de mi Andalucía, pecadora de tragonerías, estrágalos y gulas sin tope: las bandejas del alajú, el desmadre de los polvorones, las tragantonas de mantecados y los recuentos de peladillas de las últimas Navidades me pienso yo que me van a amargar la vestimenta; claro que todo lo malo tiene su parte buena, y este desbarate de vestimenta me va a dar cuartelillo librándome de irme de procesiones, a desollarme los talones con el contrafuerte de los zapatos nuevos, que más parecen borceguíes[4] de esparto sin majar que zapatos de charol.

Y es que, desde que empezaron los ensayos de los tambores, me metí en preparativos, y llevo ya dos días intentando ablandar los zapatos, mojándolos en alcohol de quemar y metiéndoles la horma de madera a ver si se doman y se dan de sí; porque no se me va de la cabeza las vejigas que me torturan los pies cada año, de madrugada, cuando nunca acaba de llegar la hora de encerrar los pasos. Pero, gracias a Dios (¿o a mí y a mis gorduras?) este año me libro de las ampollas.

         De todas maneras, el hormiguillo del barullo penitencial no hay quien me lo quite; así que, por consolarme del trance, aquí me tienen ustedes, delante de un plato de torrijas, gritándole al enemigo de los avernos un vade retro nada convencido ni convincente, dispuesta a soltar amarras de mis uterinas querencias maternas, y dejar que el Chaval se las apañe como pueda por esos mundos de Dios (que no míos), haciéndole el paripé a las penas de los callejones sin amanecer, mientras que yo me pongo a aprovechar lo poco a mucho que me quede de esta vida de diosEsa desparramada y abundante y me pongo a alimentarme de algo más turgente que esa propensión  que tengo de olvidarme que yo soy lo primero.

         ¿O no?

 

Gaviola en Marineda. En un 18/03/2008; Martes Santo.


 

[1] TABARDILLO: En mi Libro <EXPRESIONARIO DE MÁGINA>, y en la entrada “TABARDILLO”, se recoge: CUCHICHEOS DE GAVIOLA: En 1.781 la Comarca fue asolada por una epidemia de tabardillo o tífus. Y se decía que el tifus era endémico en Jódar por la insanidad de sus fuentes.

Aunque los de la Comarca llamaran así a la insolación, piensa Gaviola que no se trataba de la tal insolación sino del tifus mismamente, debido a las aguas insanas que las criaturas bebían para calmar la sed de aquellos soles. Pero si hemos de atender a lo que los viejos cuentan, hay que decir que eran los tabardillos zurriagazo de segadores, de los que se iban a echar peonadas a Los Montes ‑esas desoladas soledades que se extienden más allá de los límites de la Comarca camino de Granada-. Mala cosa era tener que salir de Mágina a ganarse la vida por esos andurriales en mitad de la canícula y pasar los agostos durmiendo en las besanas y mirándole las senaguas a las estrellas sabiendo que su tiritar no había de llegar ni de una chispa de frío. Que, en traspasando el cruce de Huelma, se sale uno del amparó de las Sierras llenas de arroyos y regatos y, en remontando el Puerto de los Gallardos, la tierra da un vuelco y muda el umbrío embrollo de frescas serrezuelas calizas por lomas de campiñas peladas que son ya secarrales. En mitad de las hazas les picaba a los segadores en los lomos doblados el soletón de la siesta y les sacaba por todos los poros del pellejo los pocos jugos que no se les habían escapado entodavía por la sobaquera. Entonces, más sequitos que el ojo un ciego, les entraba la desazón por beber y cuanto más chupaban de la botija menos empapaba el cuerpo y más le arreciaba el ansia. Si el sediento era nuevo en la secanera  el tabardillo acababa con él sin que se diera cuenta de que la estaba espichando. Pero si, como era de razón, estaba cerca de un <resabia’o>, el viejo le arrimaba a los labios el <cuarrécano> y le hacía mamar el Remedio de Tabardillos hasta que la criaturica recobraba la color y le cesaba la cagalera.

[2] DESCOTE: escote <EXPRESIONARIO DE MÁGINA>

[3] TÚRDIGAS: En <EXPRESIONARIO DE MÁGINA> forma popular de mentar las tetas, caídas, flácidas o no muy turgentes

[4] BORCEGUÍ: en mi <EXPRESIONARIO DE MÁGINA>:

·      Calzado muy basto y ordinario, de puntera abierta y altura inferior a la bota y superior a zapatos, sandalias, esparteñas, etc., (por encima del tobillo) que se ajustaba por medio de correas o ramalillos.

·      Barrio de Bedmar, en el que estuvieron instalados los artesanos de este calzado.

 

 

 

 
 

Mejor será regresar a la Portada del Libro                                  o                a Índices

 
 
A Entrada Mi casa de papel A Gaviolerías Mis Escritos A Maginerías Mi Tierra