1ª Carta Abierta
al Alcalde de Madrid
Madrid 3 de Febrero de 2011
SeñorAlcalde:
ya sé que usted, como Señor y como Alcalde
juntos, tendrá tareas que han de parecerle mucho más
importantes que la de ocuparse de un almendro callejero;
pero, créame: el Almendro del que quiero hablarle era
uno de sus paisanos más sabios, más primorosos y más
internacionales.
¡Y, además, era
MÁGICO!
¡Si yo le
contara a usted lo que habrán visto esos ojos que ya no
florecerán este año! Y lo que habrá oído su enramado,
estando donde estaba, en una calle de vivir de noche y a
oscuras el mercadeo de abrazos de quita y pon… ¡Y lo que
habrá abrazado MiAlmendro…!
Permítame,
SeñorAlcalde, llamarlo así: MiAlmendro;
siquiera sea por dos razones. La primera, porque hemos
moceado juntos, él y yo, y ambos, sin darnos cuenta,
hemos ido envejeciendo a un tiempo; él en su
observatorio de churreteo
callejero, y yo visitándolo casi a diario, como se
visita a un anciano internado en un apartadero de esos
que llaman Residencias-de-Mayores. La segunda,
porque sus mariposeos estacionales me emocionaban tanto,
tantísimo, como emocionan los besos de una nieta aún por
florecer. Hasta tal punto me turbaba y me emocionaba ese
arbolillo urbano, que, mal que bien, vengo haciéndole
versos desde que nos conocimos, allá por los años
setenta del siglo pasado.
Y ya lo sabe usted,
SeñorAlcalde: que, quien le pone nombre a las
cosas, es el dueño de las cosas. Pero quien le hace
versos a algo o a alguien, es que lleva ese “algo” o ese
“alguien” taraceado en el corazón, y ya puede llamarlos
“MÍO” con todo el derecho del mundo.
Entre nosotros,
SeñorAlcalde, y puesto que somos colegas en el
mundo de las leyes, hay que añadir al Artículo 609 y
ss., del Código Civil alguna aclaración más sobre las
formas de adquirir la propiedad. Que está muy bien eso
de la “accesio”, la “afluvio”, etc., pero que a mí lo
que más me convence es lo de la “ocupación”, siempre que
se aclare que la ocupación más decorosa y conveniente es
la que empieza por ocupar con versos el corazón de
lo/los que amamos. ¡Si yo le contara a usted la cantidad
de corazones he llenado con mis versos…y cuántos versos
llenan mi corazón…!).
Pero vamos a lo
que vamos: ¿Dónde cree usted, SeñorAlcalde, que
tenía el corazón MiAlmendro?
¡Pues sí señor, ahí
mismico! ¡En sus raíces!
Y, al parecer,
un JardineroMunicipal le ha arrancado el corazón
a MiAlmendro, no sé yo si por mala fe o porque
las órdenes son para cumplirse.
Ya que una servidora es mismamente de
campo, y para que usted, que va vestido tan “de ciudad”,
lo sepa con certeza, tengo que decirle que, justamente a
estas alturas de Febrero, era cuando MiAlmendro
se echaba a enamorarse de la vida año a año; se le
disparaba el corazón bajo la tierra, y antes siquiera de
poder apañarse alguna hojilla verde, se le subía la
color en blando y rosa tronco arriba y se alborotaba en
un candor de flores que daba alegría verlo.
La verdad es
que a mí me incomodaba un poco tantísimo bullicio;
porque sabrá usted, SeñorAlcalde, que, en
cuantico que MiAlmendro se echaba a florecer,
parecía no echarme cuentas, porque se le amontonaba la
tarea: el tronco bien pulidico en negros para servir de
disculpa en que apoyar vejeces viandantes; los gorriones
en lo más alto para que el pío-pío fuera del agrado del
municipio recién emprimaverado; el rebaño de las
mariquitas en los brotes más nuevos para mantener a raya
a los pulgones, que usted debiera saber cómo les gusta
alimentarse de las flores más tiernecicas de la vida, y
a las mariquitas –la bête
de Die que
dicen en el París de la Francia- zurrarles la badana
para que no incomoden; y esas flores, dispensadas a
granel como todo lo simple, bien mandadas y mejor
enseñadas, dejándose caer como mariposas en celo sobre
las oscuras putillas de la Calle Capitan Haya con
Francisco Garbas su fragancia nocturna.
¡Ea, ya he dicho
donde estaba MiAlmendro!
Porque,
SeñorAlcalde: otra cosa no tendría MiAlmendro,
pero, desde que él y yo nos conocemos, no ha faltado
a su cita con las flores ni un solo año.
Ciertamente que
un año, por darme celos, se me retrasó hasta Marzo; pero
mi venganza fue la que se me corresponde por oficio;
escribirle este poema que ya le dejé a usted hace unos
días sin que usted, tan ocupado como debe estar, me haya
dado razón de dónde fue el entierro sin flores de
MiAlmendro:
(72.1)
Esta mañana-Marzo-con-retraso:
recupero la fe
en la fugaz
resurrección
de los muertos
verdes y desnudos...
Perdido en una esquina de Madrid,
igual que una ramera con
peinillas,
un solitario almendro ha florecido.
Mi soledad urbana
sigue albergando el brote de su ausencia.
Gaviola en CasaSoto. En un 12.3.2005
Poemas, por mi parte, ha habido muchos más a este
Almendro desvergonzado y callejero, haragán de invierno,
faldero y embaucador galán de primaveras, engañador de
pájaros, pastor de mariquitas y sostén de ramerillas que
prefieren la calidez de los árboles antes que la lujuria
de las farolas de esa parte céntrica y perfecta de
nuestra Ciudad.
Pero, como le dije hace unos días, MiAlmendro
desapareció de su esquina hacia Enero, sin que nadie
sepa qué manos le tentaron el corazón con tanta saña
como para que, en su lugar, sólo quede un poco de tierra
removida, y unas cintas de plástico municipal acotando
la zona.
Hoy, SeñorAlcalde, pensando en ese acotamiento,
me he levantado con un nuevo quebradero de cabeza, y me
ha dado por pensar si no habrá sido cuestión de
impuestos municipales sin pagar. ¡Vaya!, de que
MiAlmendro, con sus tontuneos de putas y de pájaros,
se retrasara no sólo en florecer aquel año que le he
mentado, sino, incluso, en cumplir con el Municipio. Si
acaso no será que, con lo de la crisis, le han embargado
el sitio, lo han sacado a subasta de jardineros, y lo
han rematado en una licitación de leña para encender
corazones apagados.
Si así fuera, yo le pido por Dios, SeñorAlcalde,
que le levante el embargo al sitio, y que, ya que
MiAlmendro no puede volver a su esquina –que un
árbol nunca vuelve al lugar del que lo arrancan porque
no es como sus asesinos, que siempre regresan al lugar
del crimen- usted, que manda tanto, hable con alguno de
sus JardinerosMunicipales para que nos devuelvan
al personal de aquí, y a los forasteros que por allí
pasan, un almendro nuevo donde apoyar lo que nos quede
de vejez y empiece a tejer flores para nuestrastumbas,
por si fenecemos en cualquier Febrero próximo.
Yo, por si acaso, le mando otra vez las fotos de
MiAlmendro, a ver si el nuevo se enseña en echar
flores como hacía el inquilino primero que en paz
descanse.
PS/ si usted, SeñorAlcalde, viera preciso que, en
lugar de esta carta, lo que preciso mandarle es una
Instancia debidamente timbrada, no tiene más que
responderme, y yo, vuelo. Porque, por MiAlmendro,
soy capaz hasta de retornar a viejas maneras y a decires
pasados de moda con tal de que en Madrid broten
almendros semejantes a los de mi mágica Sierra Mágina.
Vaya, que soy capaz hasta de empeñar estos minutos de mi
cada vez más corta vida en reclamar las humildes flores
de Febrero para una esquina de tanto tronío como esa de
Capitán Haya con Francisco Gervás, ahora tan desnuda
como sus pobladoras nocturnas.
Por
si a usted le pidiera el cuerpo contestarme, aquí le
dejo mis señas:
[email protected]
Iba a dejar aquí su correo por si alguien quería pedirle
a usted información sobre MiAlmendro; pero no hay
forma de saber sus señas.
GavYola
en CasaMora. En un 3 de Febrero de 2011
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