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Como
te decía en los últimos días, en nuestro
Foro andan desconcertados; como si no
quisieran entrar por si alguien escribe la
noticia que estábamos esperando y que
fatalmente ha llegado. El último día del
año, nos dejaste para siempre. La Pupa
Viva, como te conté que le llaman en mi
pueblo al cáncer, te ha ganado el pulso. Ha
llegado el momento de recordarte lo que para
ti escribí en Septiembre, cuando, con
tantísima entereza, le pusiste públicamente
nombre a lo que te estaba matando.
¡Va por usted!
24/2009
Dedicado a una
Princesa
que llamaba a las cosas por su
nombre.
En
mi Pueblo la gente es muy sabia. Como en
todos esos pueblos donde la gente se enseña
a hacer por la vida, antes que a leer y a
escribir.
En
mi pueblo lo llamaban "una Pupa Viva",
porque, cuando le salía a alguien, veían a
"la Pupa" campar por sus respetos y a su
aire, a pelo y sin riendas ni bozal. Y, como
en los pueblos somos tan desconfiados con
los galenos como emborricados con lo
nuestro, hechos a apañarle avío a las
hambrunas vengan de donde vengan, la gente
le ponía lonchas de carne fresca sobre ella
para mudarle las querencias y atajarle las
hambres a la "Pupa-Viva".
Ella –ya la conocéis- ayer, lo llama por su
nombre: cáncer.
Es como
si pensara que, mentándolo por lo que es,
conseguirá arrancarle la careta de un
manotazo y así poder librar cara a cara la
dura batalla por otro día más de vida.
La
diferencia entre Ella y yo -pensé- es que
Ella sabe de qué se morirá, y yo sé que,
desde que nací, me estoy muriendo, como
Ella, pero sin saber aún de qué.
Me
gusta hablar con Ella porque es tan
pasional, tan intensa, tan vehemente que,
hasta para hablar de su cáncer -Ella lo
menciona así, sin rodeos- sus palabras son
puro fuego, que nace y se dirige directo y
sin compasión hacia el crudo nombre de su
maldito inquilino, como si con ellas fuera
capaz de presentarle batalla al intruso en
un duelo a muerte sin tregua.
Ya se
sabe: las Princesas de los cuentos
verdaderos son adictas a las justas galantes
y a los desafíos más comprometidos.
Ayer tarde, mientras hablábamos por
teléfono, Ella me decía que, cuando hace
unos días, nos propuso escribir sobre
La Experiencia, lo hizo pensando en
que podríamos dejar que nuestras plumas se
adentrasen de una puñetera vez en mundos
algo menos melifluos, algo más pasionales…
Por ejemplo –decía- deberíamos atrevernos a
escribir sobre el sexo y sobre la muerte,
sobre las perversiones y las redenciones,
con menos miramientos, con menos retoques,
tomando al toro por los cuernos como se dice
vulgarmente.
Hablábamos así, con la franqueza y la
desvergüenza que induce el estar tan lejos
una de la otra; yo en un coche, consumiendo
uno a uno, y a velocidad de NoMulta,
mis 600 kilómetros dominicales de vuelta
hacia ese lugar del Sur del que debo
regresar al siguiente domingo, para seguir
haciendo lo mismo que la semana anterior,
pero en distinto territorio, en diferente
escenario y con aforo aún por ver. (A eso le
llaman "ganarse-la-vida". ¿No es paradójico
llamarle así a este continuo
"jugarse-la-vida" en la carretera para no
acabar de llegar nunca a ningún sitio?).
Ella
estaba en su Gijón de siempre, tan cercano y
tan lejano como nuestras vidas mismas, en
las que apenas nos hemos visto un par de
veces; las precisas para entender, desde su
pelo violentamente fogoso como Ella misma,
que uno de sus Blogs de recuerdos infantiles
lleve el título de <COLETAS ROJAS> y
sea la mejor herencia que le dejará a sus
nietos, sin darse cuenta de que cada uno de
nosotros estamos debajo de su ventana a ver
cuándo cae otro pedazo de su humeante plato
de sopa de letras.
Parece
mentira –me decía Ella- lo que llega a unir
esto de comunicarnos a través de la
escritura; apenas nos conocemos y es como si
hubiéramos crecido juntas… ¡te siento tan,
tan habitual…!
(¿No es
hermosísima la palabra "habitual" en boca de
quien es tan, tan imprevisible?)
-Es que
esto de Internet es una pasada -contestaba
yo tomando conciencia de lo que Ella quería
que sintiese. Porque estoy convencida de que
Ella se ha propuesto hacerme/hacernos sentir
la experiencia de la vida y de la muerte
como una espera activa, inevitable y
excitante, en la que hay que empeñarse en
suspender las manillas del reloj a golpe de
palabra, minuto a minuto, como si en ello
nos fuera la vida misma.
Me contó
muchas, demasiadas cosas lo suficientemente
vigorosas como para querer perdérmelas sin
poder compartirlas.
Creo
que debiéramos seguir hablando de esa
"cosa", siquiera fuese sobre un papel,
hasta que también nosotros, estremecidos
espectadores del duelo, podamos pronunciarla
sin rodeos.
En mitad
de la tarde ambulante y transitoria, que, a
120 km./hora, hendía el crepúsculo
anaranjado al otro lado de la ventanilla de
mi coche, sus palabras incendiadas de vida
febril se referían a "su cáncer" como la
gran ocasión de sentir nuevas emociones
jamás experimentadas; y con sus reflexiones
desnudas de cualquier moralina, y con sus
sorprendentes fábulas de lo que le había
tocado vivir, de lo que tomaba conciencia
cada vez que le tocaba renovar los datos de
su carnet de identidad, (edad, domicilio,
estado civil...), iba llenando de paz y de
consuelo el pequeño habitáculo en el que
suelo pasar tantas horas muertas de mi
medido tiempo, a mitad de camino entre el
miedo y la imprudencia.
Entonces
se lo dije: "La diferencia entre tú y yo es
que tú sabes ya de qué vas a morirte, y yo
me estoy muriendo desde que nací, sin saber
aún de qué".
-¡Jajaja…!
-Su respuesta no podía ser otra- ¿Tú crees
que será el cáncer quien me saque de este
mundo? ¡También puede pillarme un coche…!
Pero, por si acaso, te digo que lo único
importante es que hoy es hoy. Y que, hoy, en
este momento en que la falsa alarma del
bloqueo de mis riñones de la semana pasada
me da otra tregua de bienestar, tú y yo
estamos hablando; y ¡me encaaaaaaaaaaaanta
poder hablar contigo!; pero tengo que
dejarte, porque vienen a tomar café unas
amigas y creo que necesitan desesperadamente
que hablemos un poco a ver si puedo
animarlas, porque están de un mohíno...
Carpe
diem, pensé en
ese momento. Vive el día; no lo derroches.
¡Es tan hermoso por mucho que duela…!
Desde que
salí de Madrid, traía en el paladar un
regusto de amargura por esta vida mía
condenada a tanto ir sin poder pararme,
siquiera por un par de siglos; y, hablando
con Ella, percibí que la lengua, cuando se
atreve a paladear las cosas llamándolas por
su nombre, cuando habla con alguien, aunque
sea en la distancia y desde el prodigio de
un mágico teléfono
bluetooth,
es caprichosa como una princesa en agonía, y
muda el amargor en dulzura sólo con saborear
las palabras de otra Princesa que, por
experiencia propia, sabe ahora lo que es
vivir cada minuto como si fuera el último
que se le otorga para seguir manteniéndonos
vivas a sus vecinas.
Cuando
su voz se apagó al otro lado del micrófono,
pensé: con estos inventos que nos ha tocado
conocer, el Mundo, hoy en día, se ha
convertido en un gran
barrio de vecinos. Y la vecindad tendrá sus
molestias, pero es una magnífica oportunidad
para poder pedir una tacita de azúcar en
cualquier puerta del barrio cuando la de
nuestra despensa se acaba antes de tiempo.
"Pide un
deseo" –creí oírle decir entonces, cuando ya
la conversación estaba acabada hacía algunos
minutos.
Con el
pensamiento formulé el deseo que ahora
escribo:
-LoliYa:
¿Por qué no escribimos tú y yo, a dos manos
una sinfonía, en SÍ bemol –tono menor para
que no se escandalicen los hipocondriacos-
sobre esa PupaViva a la que le tienes
puesto el cerco a fuerza de tutearla sin el
menor respeto? Creo que hablar como tú
hablas de tu cáncer, por experiencia
propia, nos puede enseñar mucho a
quienes te leemos y reverenciamos tu
increíble dignidad.
¿Hace?
Gaviola en Marineda.
En
un 14 de Septiembre de 2009.
www.Magina-Magica.es
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