
CUESTIONES ESTADÍSTICAS
Incidente Segundo
Recordarán ustedes que no hace
mucho tiempo decidí SER DIOS. Y que, en un rasgo de lealtad, le
expuse mi decisión al Titular del cargo sin que Éste mostrara la
mínima resistencia a mis pretensiones. Yo diría que incluso se
mostró complacido cuando abandonaba su Trono dada la sonrisa
ciertamente inquietante que iluminaba su endiosado gesto.
Lo que no pueden saber es que, en parte por mi natural generoso,
y en parte para no comprometer mi reputación ante cualquiera de
sus habilidades, prescindí de enviarlo al exilio que es lo que
se suele hacer en estos casos. Bien es cierto que, cuando le
comuniqué mi garbosa decisión, Él se limitó a encogerse de
hombros mientras decía:
-Es igual. Ser Dios imprime carácter y, visto así, comprenderás
que Yo estoy en todos sitios… Ya te irás enterando cuando lleves
un tiempo en el cargo…
-¡Hombre, eso está muy bien!- dije por decir algo, sin
alcanzar a comprender la velada advertencia que, con el poco
tiempo que llevo de ejerciente, se ha convertido en una
pesadilla.
-Tanto como "hombre" me parece que te pasas; porque Hombre…, lo
que se dice Hombre encarnado en condiciones: el Chaval. Yo
seguiré siendo solamente Dios aunque sea en la oposición.
-Vamos a dejarlo en simple excedencia, -le contesté con alarma,
pues no era cosa de empezar mis andanzas divinas indisponiéndome
con semejante Personaje.
-Mira: si algo no resisto, desde que el Mundo es Mundo,
son los
arrepentimientos extemporáneos; fuiste tú quien decidió ser
dios; así que no hay vuelta atrás -contestó Él con una sorna que
me aconsejó cortar aquel diálogo peligrosamente comprometedor
para mi fluctuante autoestima de dios-recién-estrenado.
Pero, vayamos a lo que vamos. Decía que este estar en
todas partes que ahora me ha tocado desempeñar es una verdadera
pesadilla.
Porque, verán: no es solamente el hecho de estar aquí y allá,
con ubicación en los cuatro puntos cardinales de todas las
cosas. Es algo más.
Es una cuestión tan compleja como
la atemporalidad. Es
más complejo de lo que ustedes, simples humanos, puedan
entender. Y yo no voy a privarles de su libre impotencia para
entenderlo. Pero, como no quiero que se me enfurruñen y dejen de
creer en mí antes de empezar a hacerlo, les diré que es algo así
como estar en el entonces, en el ahora y en el luego; en lo que
pasó, en lo que pasa y en lo que pasará, todo al mismo tiempo.
Como les iba diciendo: que en esta compleja potencia de estar en
todos sitios, no puedo librarme de tener presente (por decirlo
de alguna manera) todas las calamidades de todos los seres de
cualquier especie en todos los tiempos que, para mí, escapan a
todos los espacios mensurables.
Y, como todavía tengo cercana mi condición humana, no he
podido evitar dar un repaso a las fichas técnicas de mis más
allegados.
Me he detenido especialmente en la de mi hijastra; ya
saben: Caperucienta-Blanca. Y no me ha gustado un pelo el
"programa" que mi Antecesor le colocó desde el inicio de su vida
hasta ahora. Pero lo que me ha sacado de mis casillas ha sido el
"presente" inmediato.
Así que he decidido mandarle un propio al Excedente y,
echando mano a las habilidades mensajeras del Arcángel San
Gabriel –de las que ya tienen ustedes noticias, aunque sólo sea
por lo de
la Anunciación
sin ir más lejos-lo he convocado a consejo.
Curiosamente, y entre nosotros: este Dios Supernumerario es
incapaz de resistirse a mis llamadas de dios-Humano. Tengo para
mí que acude a cualquier llamada; pero es una sospecha sin
confirmar.
-Lo que estás haciendo con el género humano me parece
inhumano –le he espetado de entrada y sin consideraciones para
preparar el terreno sin que me pudiera acusar de nepotismo.
-¿Por ejemplo? –ha respondido con una calma exasperante.
¡Ahí lo quería ver yo.
-¿Por ejemplo dices? Pues, sin ir más lejos, el programa vital
de CaperuCientaBlanca -le he dicho sin poder contener mi
ímpetu-. Me parece absolutamente injusto lo que hiciste con
ella. Primero le "alzas" a la madre y le colocas una Madrastra,
luego la tienes en un ¡ay! durante años con la salud de su
marido, sin saber si "tu" sentencia a muerte le llegarían antes
que el indulto de un hígado que le salvara la vida al chico. Y
ahora, cuando todo parecía encarrilado, le metes a él un quintal
de azúcar en la sangre que apunto ha estado de colocárnoslo por
estos lares; y a ella, vas y la estrellas con el coche en mitad
de Madrid, que poco le ha faltado para espicharla.
Y, por si faltaba algo, para más
"inri",
ahora al chico hay que embolizarle el bazo o como demonios se
diga lo que le van a hacer…
-¡Eh, eh, ese lenguaje! –me ha cortado el muy Divino, dejándome
con la palabra en el cielo; -deja de mentar al Enemigo con tanta
ligereza y de lanzar "inris" que no te pertenecen. Que un dios
no puede caer en semejantes vulgaridades.
-Mira: vamos a dejarnos de “ti-quis-mi-quis” y ¡al grano!
¿Qué me
dices de lo de CaperuCientaBlanca?
-Pues hijo, nada que no puedas arreglar "tú" ahora que estás
ejerciendo de "Yo". Y que no se te olvide que lo de esa diabetes
repentina y oportunista y lo del accidente son cosas recientes
que pertenecen a tu "reinado". Tú sabrás si revisas o no los
edictos.
-Eso no es del todo cierto, porque estaba previsto en tu
programa
mucho antes de que yo llegara al poder. ¿O no? –Confieso que, a
esas alturas de la conversación, estaba empezando a perder los
papeles-.
-Pues mira: ¡No! Yo nunca adelanto acontecimientos. Es
una cuestión
de estadística.
¡En un pasmo! Me ha dejado pasmadita!
Este Dios-Mío-Desterrado resulta tan contundente cuando quiere…
Aunque yo creo que se ha ido por las ramas para salir del paso
echando mano de lo de la "cuestión de estadística". Porque, bien
pensado, estadísticamente mi CaperuCientaBlanca tenía completo
el cupo de sufrimientos hace ya demasiado tiempo…
Pero, quien sabe, sabe…
Y quién sabe si quien esto programó carecía de conocimientos
estadísticos suficientes para saber cómo hay que tratar a las
CaperuCientasBlancas…
Visto lo visto, (que ahora es todo el dolor del Mundo en
pantalla panorámica), voy a tener que reconocerme un dios menor.
O traspasarle competencias al Anterior y dejar de "ver".
Mientras pasa la tormenta, no veo otra salida que apretar
a CaperucCientaBlanca contra mi corazón cada vez que repita eso
de:
-¿Por qué a mí, Señor, por qué a mí?
Lo malo es no poder contestar sus "hasta cuándo".
Tendré que ocuparme del Departamento de Estadística.
Seguro que mi Predecesor lo dejó en manos de algún despistado de
los muchos Santos que aún le son fieles…
Gaviola
CasaSoto 13.4. .2005