|
||||||||
|
||||||||
“…porque
sé que cada día que paso lejos de ti es un día menos para estar
cerca…” XABIER 2005 EL
SEXO DE LOS ÁNGELES
Nunca supe muy bien la diferencia entre “libre” y
“libertario”. Qué le vamos a hacer. Siempre confundí los dos
conceptos porque, a fin de cuentas, no tuvo una nunca ni la
inteligencia de Bakunin, ni el resentimiento de Kropotkin ni el
tiempo necesario para recrearme en destrucciones iconoclastas e
igualitaristas; aunque si algo tuve claro es lo de la envidia
igualitaria.
Lo de ser dios no ha mejorado esta poquedad, como verán
por lo que les contaré sobre mi afán de libertades autorizadas.
Resulta que, recordando las carencias de mi condición
humana, tomé otra más de mis decisiones “divinas”: decretar
la libertad sexual entre mis santos pobladores. Quiero anticipar
que, aunque no lo parezca, no es una de obrar a tontas y a locas.
Antes de pegar los pasquines por las esquinas del cielo, hice mis
cuentas y me dije: vamos a ver: ¿acaso no somos santos todos los
que aquí estamos? ¿Acaso puede haber algún desmadre entre
gentes que han llegado por méritos propios al mismísimo cielo?
Y, siendo así, ¿acaso es justo que existan tabúes y carencias
ancestrales…?
Ustedes me conocen. Para llegar a ser dios, además de
proponérselo y reclamárselo de cara al Titular, hay que ser un
poco idiota. O un mucho… Porque se necesita ser un lerdo sin
paliativos para aceptar un cargo, basado, según se cacarea, en el
amor “divino”, para tomarle querencia a tanto hijo de Satanás
–con perdón- como he tenido a bien engendrar a mis pechos. (¿O
fue mi Antecesor el que los hizo? ¡Ay, esta manía mía de asumir
culpas ajenas!) Pero
vamos a lo que vamos. Pues,
como les decía: que llamé a uno de mis innumerables Escribas,
cuyo nombre no hace al caso, y le dicté el bando: “Queda
abolido cualquier espacio físico entre los integrantes de este
Paraíso. Desde la entrada en vigor de este “Decreto”,
se declara la total y absoluta libertad sexual dentro del
territorio”. ¡Nunca lo hubiera hecho! No
señor, no. No me confundan conceptos. Aquello no fue,
precisamente, ni Sodoma, ni Gomorra, ni Lesbos, ni puñetas.
Aquello fue Troya, Lepanto, Catalañazor y Normandía juntos.
Aquello tuvo el efecto de Hiroshima y Nagasaki… aquello, de
repente, dejó de ser el paraíso de un dios con alma de palomino
para convertirse en la Tierra de los Hombres… Me
explico. No
sé si les he dicho que en este lugar, como en cualquier otro, se
corren las noticias como grasa añeja sobre papel de estraza. Eso
si: las intrigas tienen un halo sagrado. Pero ahí están, con su
pequeña carga de miserias. Y, dicho esto, comprenderán que,
antes de pegar el segundo cartel, empezó a oírse el sordo rumor
de la tormenta. La
primera en llegar fue la Comisión de “hombres santos”: -Mira,
dios, que venimos a decirte que no es justo. -¿Qué
no es justo que os de libertades? ¡Vamos, anda!, -respondí desdeñosamente
creyendo que el asunto era pura pose de estulticia. -No
es justo porque, sexo, sexo…, lo que se dice sexo, no funciona
sin carne mortal. Y resulta que vosotros, los dioses, nos
“liberasteis” de tal carga para entrar a esta fiesta. ¡Ya nos
dirás cómo… trique-triqui…! -Hombre,
pues… visto así… -titubeé, aunque sin tiempo para
recomponerme y buscar una salida, porque, sin saber de dónde salía,
se adelantó a escena un Ángelillo de aspecto miserable y gesto
retorcido, azuzando el ambiente: -No
es que me rebele contra ti, líbreme Dios, –dijo con cautela
recordando anteriores expulsiones luciferinas- pero, y nosotros ¿qué…? -¿Vosotros
qué…?
-repetí tontamente mientras mi vista se dirigía allí dónde
el alado apuntaba a las carencias de todo atributo. -Sí,
¡nosotros! Los que NUNCA hemos tenido la oportunidad de elegir o
renunciar a la follenda por falta de material… ¿NOSOTROS QUÉ? Por
si no lo saben, estos “Espíritus bienaventurados”, -castos de
nacimiento por más señas-, están organizados en Coros
ordinales: primer coro, segundo coro, etc. Y, aprovechando tal
condición, allí se armó la de Dios es Cristo que, como pueden
ver, ambos dos están presentes en todas partes como los auténticos
que son en dinastía. La
algarabía tuvo ecos cercanos a la rotura de la barrera del
sonido. Traté
de pensar con la mayor rapidez mental que mis limitaciones de
dios-de-medio-pelo me otorgaban, mientras la bulla tomaba tintes
de índigas miserias. Quizá
si me asesoraba de alguien sin complejos… Pero, haciendo un
repaso, no tenía yo a mano sino tres, -solamente TRES- que
pudieran hablarme de las donosuras de la carne y la templaza que
su adecuado uso proporciona. ¡Y
los tres estaban fuera de programa! “Ascensión”
y “Asunción”, aunque sin carencias, eran conceptos que me
causaban el suficiente respeto-pánico como para meterme en nuevos
berenjenales. El
otro que no se había desprendido de sus carnes, antes de
arrebatarse de la Tierra, mi pobre Elías, andaba perdido al fondo
del bosque de bambú del Paraíso, obsesionado como estaba el
angelico con abandonar imaginarios vientres de ballenas ya
inexistentes, esquivando barbadas dentaduras siempre flácidas. De
pronto comprendí que yo mismamente era el único ser con
capacidad y atributos como para poder hacer uso de mis placeres.
Pero ¿cómo ilustrar en teorías a quienes la práctica les
estaba vedada de nacencia? Y, lo que era peor: siendo como era yo
ahora una diosesa de amores, ¿en quién volcarlos? ¡Dios mío! (Ay,
lagarto, lagarto; que siempre está rondando Él en mi entorno). De
repente empezó a preocuparme más mi propia carencia que la de
aquellos menesterosos. Aunque lo de la “autogestión” aún me
causaba un cierto malestar por aquello de que uno se volvía tonto
y se le ablandaban los sesos… Claro
que no se puede alcanzar mayor tontería que decretar libertades
donde no hay materia. Así
que, visto lo visto… quién sabe. A lo mejor me pongo a la faena
para relajarme de la algarabía, a riesgo de licuaciones
cerebrales… Pero,
¡quién me mandará a mí ponerme a liberar el sexo de los ángeles…!
¡”Dita” sea…!. Gaviola
|
||||||||
Mejor será regresar a la Portada del Libro o a Índices |
||||||||
|