Libro Ser dios  

O de cómo, por empezar a tomar decisiones divinas, los angeliYos se pusieron en pie de guerra contra la Inocente Gaviolita

Incidente Cuarto

 
 
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“…porque sé que cada día que paso lejos de ti es un día menos para estar cerca…” XABIER 2005

 

EL SEXO DE LOS ÁNGELES

 Incidente Cuarto

          Nunca supe muy bien la diferencia entre “libre” y “libertario”. Qué le vamos a hacer. Siempre confundí los dos conceptos porque, a fin de cuentas, no tuvo una nunca ni la inteligencia de Bakunin, ni el resentimiento de Kropotkin ni el tiempo necesario para recrearme en destrucciones iconoclastas e igualitaristas; aunque si algo tuve claro es lo de la envidia igualitaria.

         Lo de ser dios no ha mejorado esta poquedad, como verán por lo que les contaré sobre mi afán de libertades autorizadas.

         Resulta que, recordando las carencias de mi condición humana, tomé otra más de mis decisiones “divinas”: decretar la libertad sexual entre mis santos pobladores. Quiero anticipar que, aunque no lo parezca, no es una de obrar a tontas y a locas. Antes de pegar los pasquines por las esquinas del cielo, hice mis cuentas y me dije: vamos a ver: ¿acaso no somos santos todos los que aquí estamos? ¿Acaso puede haber algún desmadre entre gentes que han llegado por méritos propios al mismísimo cielo? Y, siendo así, ¿acaso es justo que existan tabúes y carencias ancestrales…?

         Ustedes me conocen. Para llegar a ser dios, además de proponérselo y reclamárselo de cara al Titular, hay que ser un poco idiota. O un mucho… Porque se necesita ser un lerdo sin paliativos para aceptar un cargo, basado, según se cacarea, en el amor “divino”, para tomarle querencia a tanto hijo de Satanás –con perdón- como he tenido a bien engendrar a mis pechos. (¿O fue mi Antecesor el que los hizo? ¡Ay, esta manía mía de asumir culpas ajenas!)

Pero vamos a lo que vamos.

Pues, como les decía: que llamé a uno de mis innumerables Escribas, cuyo nombre no hace al caso, y le dicté el bando:

 “Queda abolido cualquier espacio físico entre los integrantes de este Paraíso. Desde la entrada en vigor de este “Decreto”,  se declara la total y absoluta libertad sexual dentro del territorio”.

 ¡Nunca lo hubiera hecho!

 No señor, no. No me confundan conceptos. Aquello no fue, precisamente, ni Sodoma, ni Gomorra, ni Lesbos, ni puñetas. Aquello fue Troya, Lepanto, Catalañazor y Normandía juntos. Aquello tuvo el efecto de Hiroshima y Nagasaki… aquello, de repente, dejó de ser el paraíso de un dios con alma de palomino para convertirse en la Tierra de los Hombres…

Me explico.

No sé si les he dicho que en este lugar, como en cualquier otro, se corren las noticias como grasa añeja sobre papel de estraza. Eso si: las intrigas tienen un halo sagrado. Pero ahí están, con su pequeña carga de miserias. Y, dicho esto, comprenderán que, antes de pegar el segundo cartel, empezó a oírse el sordo rumor de la tormenta.

La primera en llegar fue la Comisión de “hombres santos”:

 -Mira, dios, que venimos a decirte que no es justo.

-¿Qué no es justo que os de libertades? ¡Vamos, anda!, -respondí desdeñosamente creyendo que el asunto era pura pose de estulticia.

-No es justo porque, sexo, sexo…, lo que se dice sexo, no funciona sin carne mortal. Y resulta que vosotros, los dioses, nos “liberasteis” de tal carga para entrar a esta fiesta. ¡Ya nos dirás cómo… trique-triqui…!

-Hombre, pues… visto así… -titubeé, aunque sin tiempo para recomponerme y buscar una salida, porque, sin saber de dónde salía, se adelantó a escena un Ángelillo de aspecto miserable y gesto retorcido, azuzando el ambiente:

-No es que me rebele contra ti, líbreme Dios, –dijo con cautela recordando anteriores expulsiones luciferinas- pero, y nosotros ¿qué…?

-¿Vosotros qué…?  -repetí tontamente mientras mi vista se dirigía allí dónde el alado apuntaba a las carencias de todo atributo.

-Sí, ¡nosotros! Los que NUNCA hemos tenido la oportunidad de elegir o renunciar a la follenda por falta de material… ¿NOSOTROS QUÉ?

 Por si no lo saben, estos “Espíritus bienaventurados”, -castos de nacimiento por más señas-, están organizados en Coros ordinales: primer coro, segundo coro, etc. Y, aprovechando tal condición, allí se armó la de Dios es Cristo que, como pueden ver, ambos dos están presentes en todas partes como los auténticos que son en dinastía.

La algarabía tuvo ecos cercanos a la rotura de la barrera del sonido.

Traté de pensar con la mayor rapidez mental que mis limitaciones de dios-de-medio-pelo me otorgaban, mientras la bulla tomaba tintes de índigas miserias.

Quizá si me asesoraba de alguien sin complejos… Pero, haciendo un repaso, no tenía yo a mano sino tres, -solamente TRES- que pudieran hablarme de las donosuras de la carne y la templaza que su adecuado uso proporciona.

¡Y los tres estaban fuera de programa!

“Ascensión” y “Asunción”, aunque sin carencias, eran conceptos que me causaban el suficiente respeto-pánico como para meterme en nuevos berenjenales.

El otro que no se había desprendido de sus carnes, antes de arrebatarse de la Tierra, mi pobre Elías, andaba perdido al fondo del bosque de bambú del Paraíso, obsesionado como estaba el angelico con abandonar imaginarios vientres de ballenas ya inexistentes, esquivando barbadas dentaduras siempre flácidas.

De pronto comprendí que yo mismamente era el único ser con capacidad y atributos como para poder hacer uso de mis placeres. Pero ¿cómo ilustrar en teorías a quienes la práctica les estaba vedada de nacencia? Y, lo que era peor: siendo como era yo ahora una diosesa de amores, ¿en quién volcarlos? ¡Dios mío!

(Ay, lagarto, lagarto; que siempre está rondando Él en mi entorno).

De repente empezó a preocuparme más mi propia carencia que la de aquellos menesterosos. Aunque lo de la “autogestión” aún me causaba un cierto malestar por aquello de que uno se volvía tonto y se le ablandaban los sesos…

Claro que no se puede alcanzar mayor tontería que decretar libertades donde no hay materia.

Así que, visto lo visto… quién sabe. A lo mejor me pongo a la faena para relajarme de la algarabía, a riesgo de licuaciones cerebrales…

 Pero, ¡quién me mandará a mí ponerme a liberar el sexo de los ángeles…! ¡”Dita” sea…!.

Gaviola
CasaSoto. 25.5.2005

 

 
 

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