8/2009
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A mi Colega Boliviano: el Doctor
Reynaldo
Peters Arzabe
que, innecesariamente,
amorosamente,
presentó ante
mis ojos un obstinado
Habeas Corpus
escrito en papel higiénico
sin saber que yo
jamás mantuve a ningún hombre
entre rejas.
(En la distancia de mis brazos, Sí)
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THEMIS SOLITARIA
Él.
El hombre que llegó desde Bolivia
-tal que si conociera mi pasado-
me aclamó como Temis:
diosEsa;
-quizá diosa- de la Ley.
Ley de fuerzas ocultas naturales
que hace ya tantos años encadenan
irremediablemente
las aristas de solitarios piélagos.
Él
el hombre que llegó desde Bolivia
sabe bien del sonido vegetal
y libre
de la insurrecta voz de lo nativo.
(-Quizá de soledades. También.
En sus ojos se afligen luces en extinción
y maduran laureles de sienes golpeadas-)
Para entonces
-y…, antes que Él, muchos-
demasiados
apóstatas devotos
ya me habían ahuyentado de sus mórbidos lechos
indómitos, plebeyos y fragantes,
con cultos fervorosos. -Dulces adoradores,
lejanos, como un rezo comunal,
a las voracidades de mis brazos-.
¡Habían sido ya tantos los herejes…!
Hombres que me excluyeron a fuerza de endiosarme.
Que me alzaron con preces huidizas
sobre el trémulo eco
de aquella codiciosa humanidad
desabrigada –mía-
que nadie parecía –deseaba-
ver
ni tocar
ni acariciar, ni oír… Por si las iras
de renegados dioses
proscritos para siempre de mi piel
venían a reclamar
lo que nunca…
¡Nunca!
Nunca sería eternamente suyo.
(Los hombres aún no saben
-¡pobres hombres!-
que ninguna mujer quiere ser diosa.
Posiblemente putas, sí. Siquiera sea
para lidiarle
a las sagradas putas lo que es nuestro.
Pero eso es
algo que está mal visto
en cualquier paraíso artificial de “a-tanto-el-kilo”).
El hombre que llegó desde Bolivia
se apercibió –quizá- de mi tristeza
envuelta en celofanes recargados
como caramelitos de farmacia
condenados a muerte,
penados a licuarse entre los labios
de niños satisfechos que escupen la dulzura...
Él:
el hombre que llegó desde Bolivia
se condolió de mi orfandad de diosa
y me rebautizó.
Me dijo:
Hermana,
ahora que me acuerdo,
hace ya muchos siglos
que dibujé tu nombre –Libertad-
en un papel higiénico.
Lo juro. Me llamó ¡Hermana!
Él
como un libertador bolivariano
me redimió
del pecado de haber sido diosEsa
sin quererlo.
Y descendí
sujeta por su indígena destreza
a una tierra feraz de impenitentes
en la que las deidades aún copulan
con la más licenciosa cercanía
mortal
como si aún pudieran tener cuerpo
amante.
Como cualquier ser humano arrepentido
de no serlo.
Gaviola en CasaMora. En un 24 de Enero de 2009.
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