PERO NOS ENCONTRAMOS
(A Victoria: que llegó aquella noche al
Ateneo, Cuando David Coll presentaba su
Libro de Poemas)
Estabas tan perdida aquella noche…!
Llegaste, toda ojos
y luz en desconcierto, y timidez.
Toda tú “entimismada”, sorprendida
de ver tantos poetas inundando
el mágico raudal del Ateneo.
Desde el pequeño estrado
David nos recitaba palpitante.
Llegaste como a oscuras
detrás de de aquella bolsa de viaje
que tiraba de ti hacia la sorpresa
de un templo milagroso
donde el Poeta oraba de sus cosas.
Yo estaba repartiéndome. Lo mío,
-viene siendo costumbre de hace años-
es un desgarrador despedazarme
como un puzzle incompleto
a falta de una pieza extraviada.
Viraba –ya lo viste-
como un soplo de aire que se mueve
entre todos los ojos y las bocas
y las manos abiertas, ansiosas y rapaces.
¡Y las manos...!
Y el largo desplegarse de poemas
que el Poeta leía y acunaba,
hurgando desmañado en sus recuerdos,
sujetando con riendas de emoción
una infancia casi recién perdida
antes de que la voz se le quebrara
hablando de borrachos y de absurdas
andanzas ciudadanas incoloras
donde cabe el sigilo de tantas noches
tristes
cuando la soledad siembra cuartillas
con la palabra escrita a contrapelo
allí donde el insomnio va arrancando
algún ramo marchito de apatías.
A nuestro lado, un hombre, nuestro hombre
ejerciendo de hombre y de ternura
y de puente recién inaugurado:
“Aquí una forastera…,
aquí mi hermana…”
Quizá fuera el paisaje.
Quizá ser forastera
me estuviera pesando demasiado
justo en aquel recodo del camino.
Será que los poetas
tenemos el amor en carne viva
deshabitado y triste como un verso,
voraz como un mendigo. Sediento
como una noche huérfana de manos…
Y le abrimos la puerta a la locura
de todas las maletas trotamundos
que llegan facturadas sin destino,
peregrinas de idénticas tristezas
a las que esconde inquieto
el último cajón de nuestra alcoba…
Quizá fueron tus ojos callejeros
tan llenos de sorpresa iluminada,
con tanto amor de madre. Y tan sin madre...
Quizá fue nuestro hombre
convertido en palenque casual
de una noche muy rara… Y cautelosa.
Pero nos encontramos.
Gaviola
en Marineda. En un 23 de Agosto de 2007.
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