89/2011
…Y
PARA EL AÑO NUEVO
Son tantos años ya haciéndome propósitos…
Empecé más de cuarenta y nueve regímenes de
adelgazamiento
que siempre me estallaban en las costuras de cada
primavera,
justo en el lado izquierdo del costado.
Llevo ya acometidas seis decenas de Eneros
inscrita en un gimnasio, en yoga o en taichí
hasta que… a eso de finales de Febrero
mis pobres huesos alzan bandera blanca con
desánimo.
Aprendí, una vez y otra vez,
a intentar defenderme malamente en un inglés
precario y provechoso
(francés casi lo hablaba desde chica):
Ai-lov-yu
(…más que a nadie en el mundo).
Ai-wont-tu-it
(…pero no cualquier cosa;
mi deseo –alguna extraña tarde de pastelillos
rosas-
era comerme a besos a mi desconocido
acompañante).
Promesas, intenciones, propósitos de enmienda…
Este año, -después de un recorrido deslumbrante-
vuelvo a mirar atrás desconcertada:
son demasiados años ya, intentando proyectos
incumplidos,
y ha llegado la hora de hablar en mi descargo.
Discúlpame
si llegaste hasta mí en busca de un abrazo
y encontraste mis brazos de viaje
(Viajar sin rumbo fijo me fascina).
Discúlpame que hablara de lo mío
la tarde en que todo el espacio del dolor
se encontraba amueblado por tus cosas
(¡Me lastimaba tanto mi árido silencio
permanente…!).
Discúlpame las prisas, las lágrimas tardías. Y
las inoportunas,
aquellas que arrugaron la seda de tu júbilo.
Discúlpame mi modo analfabeto por no saber leer
tu dádiva entre líneas
y el pródigo fervor de tu renuncia.
¡Discúlpame!
No ha sido tan sencillo des-amarte sin conocer la
clave del arraigo.
¡Son tantos años ya haciéndame propósitos
inciertos…!
Discúlpame por fin; sí, disculpadme todos
si asalte vuestro albergue con la mano extendida
igual que una indigente callejera…
Gaviola en CasaChina. En un 31 de
Diciembre de 2011
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