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Sigue Jaén No, no es una cruz. No, no es la media luna de alfanje y de gumía. No, no es Jaén quien gime. Gaviola
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Entonces,
Entonces,
¡Silencio, por piedad!
Entonces,
El eco del silencio
Gaviola
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Entre los tres, la fractura, el
cenit dividido en un alfanje Vosotros prisioneros del destello Yo, presintiendo, apenas, Estábamos midiéndole a los ojos En
la tarde Gaviola
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Por convertir otoños en cautelas
Por sellarle las grietas a la sangre,
Por querer olvidar el desamor
…Se te han puesto los ojos
Gaviola
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Ahora podría morirme de sopor Ahora podría morirme de tristeza
Ahora Gaviola
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Ya
están los gorriones Ya
picotean voraces los flecos del verano, * Ya
está mi corazón como en otoño:
Gaviola
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Todo
era mineral, menos tu aliento.
Este
ir y venir Estos
brazos en cruz Recordándote. Olas
en torbellino. El corazón de sílice
Gaviola
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(Mixto)
Las lágrimas debieran ser sonoras: rugir en el venero del
asombro, brotar como un volcán de media noche,
devastar las orillas de su rambla, disputarle a las sombras su
dolor, y congelarse, al fin, sobre los dedos, como témpanos vivos,
desollados. Pero son sólo lágrimas, que apenas se resigna a ser un
poco de agua, mansa e insuficiente, para anegar de rumores lo que queda
después de una emboscada de silencio. Ya solo sonará Y
su sonido lúgubre
En alguna cuneta, al borde de la noche destruida, sobre el
recuerdo de alguna piel quebrada, se abren hacia el cielo las
desdentadas bocas de granates huellas apocalípticas, que marcan la
andadura de los viejos jinetes de los celos. Marineda
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